Desde la entrega de la colección de documentos
reunidos por el Gral. Daniel Florencio O´Leary al Gobierno venezolano a finales
del siglo XIX (la cual incluía la fracción del archivo de Simón Bolívar que le
correspondió más los que él mismo reunió, a cuyo conjunto hemos denominado en
toda esta reseña “sección de O´Leary”) no ha cesado el incremento del fondo documental
que hoy conocemos como Archivo del Libertadorhasta la primera década del siglo XXI. Tan variada ha sido la tipología de los
documentos ingresados desde ese periodo (correspondencia, despachos, decretos; originales,
copias de la época, copias manuscritas posteriores, mecanografiados; impresos
sueltos, folletos, etc.) como las fuentes de donde provinieron y los temas que
tratan tales documentos. Los aumentos más cuantiosos se realizaron durante el
período en que Vicente Lecuna se halló al frente de Archivo y de la Casa Natal
del Libertador, esto es desde 1912 hasta 1954.
Partiendo
del punto anterior, los grandes lotes documentales ingresaron entre 1913 y 1942
de la siguiente forma:
Ø Los documentos que Lecuna atribuyó a la fracción
del archivo de Bolívar que le correspondió a Briceño Méndez y que fueron
localizados y extraídos del archivo Blanco y Azpurúa;
Ø Los documentos extraídos del Archivo Nacional,
que para efectos de organización y manejo se le llamó “Sección Archivo Nacional y otras fuentes” (véase
su entrada aquí);
Ø Mediante compra del Gobierno venezolano en 1926,
el heterogéneo archivo de Juan Bautista Pérez y Soto, al cual se le denominó “Sección
Juan Bautista Pérez y Soto” (véase su
entrada aquí).
Ø En 1928 se incorporan los papeles comprados al
señor José María Quiñones de León, nieto de Juan de Juan de Francisco Martín
albacea de Simón Bolívar, llamados desde entonces “Sección Juan de Francisco Martín” (véase su entrada aquí).
Ø El archivo del Gran Mariscal de Ayacucho, el cual
ingresó en dos partes (véase su entrada aquí).
Ø El archivo de José Rafael Revenga, incorporado en
1952.
Si bien
todos estos conforman los grandes lotes documentales con que se engrosó
cuantitativamente el Archivo del Libertador, las pequeñas incorporaciones
fueron también de suma importancia cualitativa, de modo que le dedicará un
espacio importante a detallar las donaciones que muchos particulares realizaron
en varias épocas, y que es necesario nombrar para detallar la historia
archivística de este fondo, sin dejar de lado que sea también una forma de
agradecimiento a quienes tuvieron la visión de conservar estos papeles como vestigios
del pasado y fuente de estudio en el futuro.
Las
donaciones de Lecuna.
Vicente
Lecuna fue una fuente abundante de ingresos para el Archivo, pues en su indagar
histórico localizó, adquirió y donó muchísimos papeles, además de que fue
intermediario para que otros también donaran. Muchas son las notas colocadas en
los documentos de Archivo para indicar que tal o cual fue donado por Lecuna,
bien por haberlo adquirido él o porque alguien más se lo cedió. En cuanto a
este último procedimiento, esas mismas notas reflejan los nombres, por ejemplo,
de Ramón Hernáiz, quien obsequió a Lecuna varias cartas dirigidas por Bolívar y
otros al general Carlos Soublette.
Mención
especial haremos a dos casos que, junto a sus curiosidades, demuestran la
diversidad de circunstancias con que Lecuna fue aumentando el Archivo del
Libertador:
I.
Bien
conoció es en la historia venezolana la propiedad que tenía Simón Bolívar sobre
las minas de cobre ubicadas en Aroa (en el actual estado Yaracuy) y las
dificultades por las que tuvieron que pasar él y sus descendientes para
conservarlas. Uno de los que litigó con Bolívar la propiedad de las minas fue
el señor Felipe Lazo, quien contó a su hija Mercedes Lazo de González algunos
detalles de ese litigio en una carta fechada el 17 de noviembre de 1875 desde
Petare. La citada señora regaló a Vicente Lecuna la carta en cuestión, pero más
adelante le exigió su devolución, por lo que Lecuna debió hacer una copia
mecanografiada de la carta, extraer la original del tomo donde se hallaba e
insertar la copia
II.
El
Doctor Alejandro Prospero Reverend ostentó con orgullo la condición de haber
sido el último médico del Libertador. Esa especial condición le valió el
respeto y admiración del pueblo venezolano en muchas ocasiones, en especial
cuando fue invitado al país por el entonces presidente de la República, Gral.
Antonio Guzmán Blanco, en 1874. Como retribución a ese afecto, el Dr. Reverend
le obsequió a Venezuela el nódulo calcáreo encontrado por él en el pulmón izquierdo,
durante la autopsia al cuerpo del Libertador. También por esa fecha le regaló a
un particular los Boletines originales sobre la enfermedad y muerte de Bolívar,
que posteriormente fueron donados, por mediación de Lecuna, a la Casa Natal del
héroe por don Pedro Paul en 1921 e inmediatamente integrados al Archivo
Otras
donaciones del Gobierno Nacional.
Aunado a
los grandes lotes documentales que el Gobierno venezolano adquiría y destinaba
al Archivo, fueron también muchas las donaciones de pequeños paquetes o
sencillos documentos que en varias épocas ingresaron provenientes de las altas
autoridades del país. Con variadas modalidades pudieron los distintos gobiernos
de turno convertirse en agentes de adquisición de documentos para incrementar
el Archivo; pero ahora solo destacaremos dos de aquellas modalidades que más
incorporaciones dieron, no solo al Archivo del Libertador, sino también al
resto de los archivos históricos nacionales:
a)
En
forma directa: muy recurrente durante más de la mitad del siglo XX fue que los
Embajadores, o Ministros de Venezuela
como entonces se les conocía, dieran cuenta de la localización en el extranjero
de diferente documentación relacionada directa o indirectamente con Bolívar y/o
el proceso de independencia hispanoamericana, mediaran en su compra, donación o
copia para Venezuela y posteriormente los remitieran al Presidente de la
República o al Ministro de Relaciones Exteriores, quienes en un acto formal o
mediante comunicado escrito, los entregaran al Archivo. Bajo esta modalidad
fueron adquiridos, entre otros, los cuadernos originales de Pedro Briceño
Méndez con sus Apuntes sobre la vida del
General Bolívar que, hasta 1933, eran conocidos solo por las referencias de
O´Leary en sus Memorias
b)
En
forma indirecta: cuando el Gobierno adquiría un archivo particular de algún
personaje histórico con destino a los archivos nacionales, permitía que se
extrajeran los documentos relacionados con la vida de Bolívar o el periodo de
la independencia para engrosar el Archivo del Libertador. De esta forma se
procedió en 1913 cuando se secaron varios documentos del archivo Blanco y Azpurúa, sobre todo los dirigidos al coronel presbítero
José Félix Blanco; y en 1933 cuando se compró el archivo de Francisco Javier
Yánez con destino a la Academia Nacional de la Historia, y se separaron de él
gran cantidad de papeles, destacando entre otros las cartas de Bolívar para el
almirante Luis Brión
Donaciones
de otros venezolanos.
Durante
la primera mitad del siglo XX fue muy copiosa la donación de documentos que
realizaron muchos venezolanos o residentes extranjeros en el país,
fundamentalmente por dos causas: primeramente el hecho que, estando más cerca
de los personajes y protagonistas de los sucesos relacionados con Bolívar y la
gesta de independencia, tales papeles existían todavía para ese periodo y era
habitual en muchas familias conservarlos, bien como iconos de prestigio social
o como recordatorios de sus propios antepasados. La misma acción de donarlos
incrementaba ese prestigio al colocar a esos venezolanos y extranjeros como
mecenas de las instituciones culturales y contribuía a perpetuar más sus
nombres y los de sus antepasados. La otra razón, no siempre desvinculada de la
primera, era la presencia de muchos intelectuales dedicados o aficionados a la
historia, algunos de los cuales ocupaban importantes cargos gubernamentales y
políticos, que utilizaban su prestigio e influencia para interceder con los
poseedores de aquellos antiguos documentos y asegurar la existencia de tales
para la realización de sus propios estudios y preservación permanente.
Importantísimas
y abundantes fueron las donaciones realizadas por los propios familiares del
Libertador que sobrevivían durante la primera mitad del siglo XX, por ejemplo:
el manuscrito en dos folios referentes al levantamiento del secuestro de los
bienes de Simón Bolívar entregado, junto con otras 37 hojas sueltas de
impresos, por el señor Juan Vicente Camacho el 5 de agosto de 1935.
De igual interés fueron las donaciones de las cartas de Bolívar dirigidas a sus
familiares, tanto en América como en Europa, que fueron entregadas por Benigna
y Mariana Camacho, Fernando Simón Bolívar Gauttier, y otros.
Así mismo
fueron recibiéndose durante mucho tiempo donaciones de venezolanos y
extranjeros que acrecentaban el inventario del Archivo del Libertador, de las
que se deben nombrar las de Dr. Demetrio Losada Díaz, que obtuvo documentos en
Berlín dirigidos por Bolívar al Conde de Adlercreutz; monseñor Nicolás Eugenio
Navarro, Dr. Carlos Arbeláez Urdaneta; Dr. Alberto Smith, quien a su regreso
del Perú entregó a Vicente Lecuna un grupo de cartas de Bolívar al mariscal
Santa Cruz. También es digno de mencionarse que el Dr. Héctor García Chuecos
obsequió a Lecuna, con destino al Archivo, dos cartas de Bolívar al señor
Esteban Herrera; e igual acto realizó el señor Tomas C. Mosquera Wallis, de Colombia,
quien teniendo en su poder algunas cartas de Bolívar para sus antepasados, la
había dado en copias certificadas y fotografías a Lecuna.
No
podemos finalizar este apartado sin mencionar los nombres de otros tantos que
englobaran el listado de quienes contribuyeron, en lo menudo o en lo cuantioso,
a reunir la valiosísima colección documental que hoy conocemos como Archivo del
Libertador: Pedro Manuel Arcaya, Rodolfo Luzardo, Ángel Francisco Brice;
Federico Roig Febles, Luis Enriques; Luis Augusto Cuervo, Cristian Witzke; S.
de Jongh Ricardo y un largo etc.
De la
Donación Villanueva.
Del Dr.
Laureano Villanueva y su hijo Carlos A. Villanueva se puede decir que fueron de
esas personas a quienes la pasión por Clío se trasmitió y heredó de una
generación a otra. Ambos contribuyeron en muchos aspectos a sostener, con los
métodos existentes en sus respectivas épocas, la memoria colectiva del pueblo
venezolano. Laureano Villanueva (1840-1912) fue médico y político, ejerció
importantes cargos en la administración pública nacional hasta llegar a ocupar
la Presidencia de la República de manera temporal en 1878; pero su aporte más
valioso a la venezolanidad lo dio con su pluma de brillante escritor, al dejar
para la posteridad sus obras emblemáticas “Biografía
del Dr. José Vargas” (1883), “Vida de
Don Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho” (1895), y “Biografía del Valiente Ciudadano Ezequiel
Zamora” (1898). Por su parte, su hijo Carlos Antonio Villanueva (1865-1925)
legó no solo a Venezuela sino a la América entera valiosos estudios e
investigación histórica, tales como
“Resumen de la Historia de América” (1900), “Napoleón y la Independencia de América” (1911), “Bolívar y el Gral. San Martin” (1912), “Fernando 7° y los nuevos Estados”
(1912), “Historia de la República
Argentina” (1914), “Historia
Diplomática de la Primera República de Venezuela” (obra póstuma, 1967),
entre otros. Ambos fueron miembros de la Academia Nacional de la Historia, el
primero como fundador y en varias ocasiones director; el segundo como miembro
correspondiente debido a sus muchos años de permanencia en el extranjero
ocupando cargos diplomáticos.
Para el
estudio y realización de esos y otros voluminosos trabajos, fueron muchos los
documentos que ambos historiadores acopiaron y conservaron durante su vida,
pero luego de la muerte de don Carlos parece que la pasión por Clío se apagó en
la familia Villanueva, pues ya no hubo otro que continuara la investigación
histórica. Sin embargo, la conciencia sobre la importancia de aquellos
documentos, el respeto a la memoria de sus ascendientes, la necesidad de
liberar espacios en sus residencias y/o el estímulo de otros, fueron sopesados
por los descendientes de aquellos historiadores para que no permitieran que el
desconocimiento, el olvido y el tiempo destruyeran aquellos papeles; por lo
que, acompañando con la publicación de un catálogo, decidieron donar todo aquel
conjunto documental a la Academia Nacional de la Historia en estos términos:
“En vista del valor histórico que revisten estos papeles, (…), hemos
decidido donarlos a esa honorable Academia Nacional de la Historia, para que se
conserven debidamente en sus archivos y puedan así ser consultados por los
historiadores nacionales, de acuerdo con las normas de esa Institución.
Queremos dejar constancia de que la Academia Nacional de la Historia
queda en libertad para resolver sobre el destino de algunos de estos documentos
que por su índole misma pudieran se indispensables para completar colecciones
existentes en otros sitios, a las cuales podría ceder el documento o los
documentos originales o las copias respectivas”
La entrega se realizó el 13 de mayo de 1965 por
parte de Matilde Villanueva (hija del Dr. Laureano) y Carlos Raúl Villanueva
(hijo de don Carlos) en nombre de toda la familia Dentro del aquel acopio hallábase una importante
cantidad de papeles relacionados directamente con Simón Bolívar, cuya temática
era tan variada como la procedencia misma, pues algunos habían sido reunidos
por el Dr. Laureano y otros por su hijo. Nos detendremos ahora a detallar
primeramente la colección reunida por don Carlos, ya que esta ofrece más datos
para estudiar el proceso de conformación del conjunto documental Archivo del
Libertador, junto a una carga anecdótica poco conocida.
Ya hemos
visto la participación que tuvo el historiador y diplomático Carlos A.
Villanueva en la adquisición para Venezuela de los papeles de la sección Juan de Francisco Martí de manos del
señor José María Quiñones de León. Recordemos que el 14 de mayo de 1921
Villanueva actuó como Secretario de la Comisión designada por el propio
Quiñones de León para abrir los cajones que permanecieron más de 80 años
cerrados y cuyo contenido era ignorado por todos. Como expresión de
agradecimiento y amistad, el señor Quiñones de León obsequio Villanueva un
legajo de poco más de 100 documentos de los hallados en aquellos baúles, y que
una vez fallecido éste, quedaron en posesión de sus deudos y vinieron a ser
donados a la Academia de Historia en 1965. Se trataba de comunicaciones oficiales,
correspondencia particular o familiar; algunas autógrafas de Bolívar o sus
Secretarios, pero la mayoría era documentación epistolar dirigida al Libertador
por variedad de remitentes como Jacinto Lara, Antonio Leleux, Diego Ibarra,
Josefa María Tinoco, Juan de Escalona, Benito Chaseriau, Belén Aristigueta,
etc.
Con
respecto a la parte reunida por el Dr. Laureano Villanueva, también se
encontraban papeles relacionados con Bolívar en distintas épocas de su trajinar
histórico. Se puede mencionar el expediente de la Real Audiencia de Caracas
sobre domicilio tutelar del menor Simón Bolívar, y dos cartas firmadas por El
Libertador e inéditas hasta ese momento, fechadas en 1808 y 1821. Las fuentes
de donde el Dr. Villanueva obtuvo esos y otros documentos solo él la conocía y
por tanto no pudo ser esclarecida por sus descendientes. Poco tiempo después la Academia Nacional de la
Historia tomó una feliz decisión para el aumento del Archivo del Libertador, y
que representó una de las más voluminosas adquisiciones durante la segunda
mitad del siglo XX:
“Después de un estudio y examen bien meditado, la Academia acordó
separar del archivo histórico recientemente recibido de los herederos de los
académicos fallecidos doctor Laureano Villanueva y su hijo don Carlos A.
Villanueva, aquellos documentos que por su procedencia o destino y por otras
cualidades similares deben conservarse en los repositorios del Libertador que
se conservan en la Casa Natal de éste, en Caracas, y que en la actualidad son
objeto de un análisis especial para su incorporación a las Obras Completas del
Héroe que prepara la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Con tal objeto fue
nombrada una comisión de académicos integrada por los colegas Dres. Mario
Briceño Perozo, Blas Bruni Celli y Joaquín Gabaldón Márquez quienes, cumplido
su cometido, rindieron informe a la Corporación en su junta ordinaria del 10 de
marzo del año en curso.”
Con esta entrega por fin se encontraba a
disposición de los estudios históricos la totalidad de los papeles que
personalmente Bolívar había reunido durante toda su vida y que es la base de lo
que hoy llamamos Archivo del Libertador
Un
segundo grupo de documentos fueron entregados a la Academia de Historia como
parte de la Donación Villanueva, pero
esta vez en 1968. Se trataba de un remanente de los papeles reunidos por
Laureano Villanueva que no habían sido clasificados en 1965, y entre los cuales
también se encontraban documentos bolivarianos de distintas épocas. Tan solo
eran 6 expedientes, pero tenían la particularidad de que 5 se encontraban
inéditos para el momento, cuyas fechas extremas iban de 1797 a 1821.
Algunos originales, otros eran copias de la época y todavía alguno era un
borrador, todos con distinta temática e interés. Al igual que el lote anterior,
se separaron éstos del resto del conjunto y se remitieron al Archivo del
Libertador, ubicado para la fecha en la Casa Natal.
El
manuscrito Hamilton (Discurso de Angostura)
El
Discurso de Angostura, considerado por muchos como una exquisita pieza de
oratoria, fue leído por El Libertador ante los 26 Diputados que asistieron a la
sesión del Congreso el 15 de febrero de 1819; cinco días después se publica en
el N° 19 del Correo del Orinoco siendo esta la primera vez que se hace del
conocimiento general, pero con la salvedad que solo se imprime el comienzo y el
final; luego en los números 20 al 22 se publique en extenso la totalidad del
Discurso. El especial interés de Bolívar en que se conocieran los puntos
neurálgicos de sus propuestas políticas lo llevaron a ordenar que el Discurso
fuera nuevamente a la imprenta, pero esta vez en Bogotá, la capital de la
recién creada Colombia (la grande), lo cual se realizó en 1820. Ese mismo
interés revesaba la frontera gran colombiana, pues esperaba que sus ideas
fueran también leídas y estudiadas en los grandes centros de luces y poder, por
lo que también ordenó que se realizara una publicación en inglés bajo la
dirección de James Hamilton, súbdito británico instalado en Angostura desde
1818
Ahora
bien, entre las tres publicaciones existen variaciones, algunas ligeras (de
forma) y otras más notables (de fondo), que obligaron siempre a que los
historiadores e investigadores se preguntaran cual había sido la fuente de cada
una, pues entre los papeles dejados por O´Leary y Briceño Méndez no existía
nada que arrojara luz sobre el asunto. Con la adquisición, en 1928, de los
papeles de la Sección Juan de Francisco
Martín se abría la posibilidad de que se encontrara el documento original;
sin embargo, aunque no fue así, la frustración fue solo a medias, ya que sí se
localizaron entre aquellos papeles dos extensos borradores del famoso Discurso
con muchísimas enmendaduras y adiciones, algunas de la mano del propio Bolívar,
que permitieron desarrollar nuevos planteamientos e investigaciones de índole
histórico y literario.
Fue gracias al minucioso académico de la Historia
y la Lengua, Pedro Grases (1909-2004) que se localizó el original del Discurso
de Angostura. Por el mucho indagar en la vida londinense de Francisco de
Miranda y Andrés Bello, don Pedro Grases encontró el manuscrito que utilizó
Bolívar para leer su famoso Discurso, en poder de del señor Philip J. Hamilton-Grierson,
descendiente del Cnel. James Hamilton (1770-1840), el mismo que fuera
comisionado por Bolívar en 1819 para realizar la traducción del Discurso al
idioma inglés. En la siguiente nota escrita de puño y letra en su lengua materna el coronel Hamilton
explica cómo llegó a su poder el manuscrito:
Este es el gran Discurso leído por el general Bolívar en la apertura
del Congreso de Angostura febrero 15 de 1819 y presentado por él a mí James Hamilton
Con estas líneas Hamilton indica que el
manuscrito le fue entregado por el mismísimo Libertador después de ser leído
para que procediera a su traducción, lo que una vez finalizado y ausente el
propietario, originó que permaneciera en su archivo particular hasta su muerte
ocurrida en la misma ciudad de Angostura, para luego ser llevado por sus deudos
a Inglaterra.
En 1975,
en medio de un acto protocolar, el señor Philip J. Hamilton-Grierson hizo
entrega del manuscrito de 32 folios y uno más con la nota transcrita, al
Presidente de la República de Venezuela Sr. Carlos Andrés Pérez, quien de
inmediato lo traspaso al Archivo del Libertador para su respectiva catalogación
y posterior estudio y publicación (más sobre este manuscrito aquí).
Así pues, durante tres cuartos
de siglo la colección documental Archivo del Libertador no cesó de
incrementarse, incluso el último año del siglo XX y la primera década del XXI
otras incorporaciones importantes se efectuaron, con particulares
características que en otra entrada destacaremos.
Desde la entrega de la colección de documentos reunidos por el Gral. Daniel Florencio O´Leary al Gobierno venezolano a finales del sig...