Archivo del Libertador: incrementos del Fondo Documental.


  Desde la entrega de la colección de documentos reunidos por el Gral. Daniel Florencio O´Leary al Gobierno venezolano a finales del siglo XIX (la cual incluía la fracción del archivo de Simón Bolívar que le correspondió más los que él mismo reunió, a cuyo conjunto hemos denominado en toda esta reseña “sección de O´Leary”[1]) no ha cesado el incremento del fondo documental que hoy conocemos como Archivo del Libertador[2] hasta la primera década del siglo XXI. Tan variada ha sido la tipología de los documentos ingresados desde ese periodo (correspondencia, despachos, decretos; originales, copias de la época, copias manuscritas posteriores, mecanografiados; impresos sueltos, folletos, etc.) como las fuentes de donde provinieron y los temas que tratan tales documentos. Los aumentos más cuantiosos se realizaron durante el período en que Vicente Lecuna se halló al frente de Archivo y de la Casa Natal del Libertador, esto es desde 1912 hasta 1954.
  Partiendo del punto anterior, los grandes lotes documentales ingresaron entre 1913 y 1942 de la siguiente forma:
Ø  Los documentos que Lecuna atribuyó a la fracción del archivo de Bolívar que le correspondió a Briceño Méndez y que fueron localizados y extraídos del archivo Blanco y Azpurúa[3];
Ø  Los documentos extraídos del Archivo Nacional, que para efectos de organización y manejo se le llamó “Sección Archivo Nacional y otras fuentes” (véase su entrada aquí);
Ø  Mediante compra del Gobierno venezolano en 1926, el heterogéneo archivo de Juan Bautista Pérez y Soto, al cual se le denominó “Sección Juan Bautista Pérez y Soto” (véase su entrada aquí).
Ø  En 1928 se incorporan los papeles comprados al señor José María Quiñones de León, nieto de Juan de Juan de Francisco Martín albacea de Simón Bolívar, llamados desde entonces “Sección Juan de Francisco Martín” (véase su entrada aquí).
Ø  El archivo del Gran Mariscal de Ayacucho, el cual ingresó en dos partes (véase su entrada aquí).
Ø  El archivo de José Rafael Revenga, incorporado en 1952.
  Si bien todos estos conforman los grandes lotes documentales con que se engrosó cuantitativamente el Archivo del Libertador, las pequeñas incorporaciones fueron también de suma importancia cualitativa, de modo que le dedicará un espacio importante a detallar las donaciones que muchos particulares realizaron en varias épocas, y que es necesario nombrar para detallar la historia archivística de este fondo, sin dejar de lado que sea también una forma de agradecimiento a quienes tuvieron la visión de conservar estos papeles como vestigios del pasado y fuente de estudio en el futuro.

Las donaciones de Lecuna.
  Vicente Lecuna fue una fuente abundante de ingresos para el Archivo, pues en su indagar histórico localizó, adquirió y donó muchísimos papeles, además de que fue intermediario para que otros también donaran. Muchas son las notas colocadas en los documentos de Archivo para indicar que tal o cual fue donado por Lecuna, bien por haberlo adquirido él o porque alguien más se lo cedió. En cuanto a este último procedimiento, esas mismas notas reflejan los nombres, por ejemplo, de Ramón Hernáiz, quien obsequió a Lecuna varias cartas dirigidas por Bolívar y otros al general Carlos Soublette.
  Mención especial haremos a dos casos que, junto a sus curiosidades, demuestran la diversidad de circunstancias con que Lecuna fue aumentando el Archivo del Libertador:
     I.        Bien conoció es en la historia venezolana la propiedad que tenía Simón Bolívar sobre las minas de cobre ubicadas en Aroa (en el actual estado Yaracuy) y las dificultades por las que tuvieron que pasar él y sus descendientes para conservarlas. Uno de los que litigó con Bolívar la propiedad de las minas fue el señor Felipe Lazo, quien contó a su hija Mercedes Lazo de González algunos detalles de ese litigio en una carta fechada el 17 de noviembre de 1875 desde Petare. La citada señora regaló a Vicente Lecuna la carta en cuestión, pero más adelante le exigió su devolución, por lo que Lecuna debió hacer una copia mecanografiada de la carta, extraer la original del tomo donde se hallaba e insertar la copia[4].
  II.        El Doctor Alejandro Prospero Reverend ostentó con orgullo la condición de haber sido el último médico del Libertador. Esa especial condición le valió el respeto y admiración del pueblo venezolano en muchas ocasiones, en especial cuando fue invitado al país por el entonces presidente de la República, Gral. Antonio Guzmán Blanco, en 1874. Como retribución a ese afecto, el Dr. Reverend le obsequió a Venezuela el nódulo calcáreo encontrado por él en el pulmón izquierdo, durante la autopsia al cuerpo del Libertador. También por esa fecha le regaló a un particular los Boletines originales sobre la enfermedad y muerte de Bolívar, que posteriormente fueron donados, por mediación de Lecuna, a la Casa Natal del héroe por don Pedro Paul en 1921 e inmediatamente integrados al Archivo[5]
Otras donaciones del Gobierno Nacional.
  Aunado a los grandes lotes documentales que el Gobierno venezolano adquiría y destinaba al Archivo, fueron también muchas las donaciones de pequeños paquetes o sencillos documentos que en varias épocas ingresaron provenientes de las altas autoridades del país. Con variadas modalidades pudieron los distintos gobiernos de turno convertirse en agentes de adquisición de documentos para incrementar el Archivo; pero ahora solo destacaremos dos de aquellas modalidades que más incorporaciones dieron, no solo al Archivo del Libertador, sino también al resto de los archivos históricos nacionales:
a)    En forma directa: muy recurrente durante más de la mitad del siglo XX fue que los Embajadores, o Ministros de Venezuela como entonces se les conocía, dieran cuenta de la localización en el extranjero de diferente documentación relacionada directa o indirectamente con Bolívar y/o el proceso de independencia hispanoamericana, mediaran en su compra, donación o copia para Venezuela y posteriormente los remitieran al Presidente de la República o al Ministro de Relaciones Exteriores, quienes en un acto formal o mediante comunicado escrito, los entregaran al Archivo. Bajo esta modalidad fueron adquiridos, entre otros, los cuadernos originales de Pedro Briceño Méndez con sus Apuntes sobre la vida del General Bolívar que, hasta 1933, eran conocidos solo por las referencias de O´Leary en sus Memorias[6].
b)    En forma indirecta: cuando el Gobierno adquiría un archivo particular de algún personaje histórico con destino a los archivos nacionales, permitía que se extrajeran los documentos relacionados con la vida de Bolívar o el periodo de la independencia para engrosar el Archivo del Libertador. De esta forma se procedió en 1913 cuando se secaron varios documentos del archivo Blanco y Azpurúa, sobre todo los dirigidos al coronel presbítero José Félix Blanco; y en 1933 cuando se compró el archivo de Francisco Javier Yánez con destino a la Academia Nacional de la Historia, y se separaron de él gran cantidad de papeles, destacando entre otros las cartas de Bolívar para el almirante Luis Brión[7]

Donaciones de otros venezolanos.
  Durante la primera mitad del siglo XX fue muy copiosa la donación de documentos que realizaron muchos venezolanos o residentes extranjeros en el país, fundamentalmente por dos causas: primeramente el hecho que, estando más cerca de los personajes y protagonistas de los sucesos relacionados con Bolívar y la gesta de independencia, tales papeles existían todavía para ese periodo y era habitual en muchas familias conservarlos, bien como iconos de prestigio social o como recordatorios de sus propios antepasados. La misma acción de donarlos incrementaba ese prestigio al colocar a esos venezolanos y extranjeros como mecenas de las instituciones culturales y contribuía a perpetuar más sus nombres y los de sus antepasados. La otra razón, no siempre desvinculada de la primera, era la presencia de muchos intelectuales dedicados o aficionados a la historia, algunos de los cuales ocupaban importantes cargos gubernamentales y políticos, que utilizaban su prestigio e influencia para interceder con los poseedores de aquellos antiguos documentos y asegurar la existencia de tales para la realización de sus propios estudios y preservación permanente.
  Importantísimas y abundantes fueron las donaciones realizadas por los propios familiares del Libertador que sobrevivían durante la primera mitad del siglo XX, por ejemplo: el manuscrito en dos folios referentes al levantamiento del secuestro de los bienes de Simón Bolívar entregado, junto con otras 37 hojas sueltas de impresos, por el señor Juan Vicente Camacho[8] el 5 de agosto de 1935[9]. De igual interés fueron las donaciones de las cartas de Bolívar dirigidas a sus familiares, tanto en América como en Europa, que fueron entregadas por Benigna y Mariana Camacho[10], Fernando Simón Bolívar Gauttier[11], y otros.
  Así mismo fueron recibiéndose durante mucho tiempo donaciones de venezolanos y extranjeros que acrecentaban el inventario del Archivo del Libertador, de las que se deben nombrar las de Dr. Demetrio Losada Díaz, que obtuvo documentos en Berlín dirigidos por Bolívar al Conde de Adlercreutz; monseñor Nicolás Eugenio Navarro, Dr. Carlos Arbeláez Urdaneta; Dr. Alberto Smith, quien a su regreso del Perú entregó a Vicente Lecuna un grupo de cartas de Bolívar al mariscal Santa Cruz. También es digno de mencionarse que el Dr. Héctor García Chuecos obsequió a Lecuna, con destino al Archivo, dos cartas de Bolívar al señor Esteban Herrera; e igual acto realizó el señor Tomas C. Mosquera Wallis, de Colombia, quien teniendo en su poder algunas cartas de Bolívar para sus antepasados, la había dado en copias certificadas y fotografías a Lecuna.
  No podemos finalizar este apartado sin mencionar los nombres de otros tantos que englobaran el listado de quienes contribuyeron, en lo menudo o en lo cuantioso, a reunir la valiosísima colección documental que hoy conocemos como Archivo del Libertador: Pedro Manuel Arcaya, Rodolfo Luzardo, Ángel Francisco Brice; Federico Roig Febles, Luis Enriques; Luis Augusto Cuervo, Cristian Witzke; S. de Jongh Ricardo y un largo etc.


De la Donación Villanueva.
  Del Dr. Laureano Villanueva y su hijo Carlos A. Villanueva se puede decir que fueron de esas personas a quienes la pasión por Clío se trasmitió y heredó de una generación a otra. Ambos contribuyeron en muchos aspectos a sostener, con los métodos existentes en sus respectivas épocas, la memoria colectiva del pueblo venezolano. Laureano Villanueva (1840-1912) fue médico y político, ejerció importantes cargos en la administración pública nacional hasta llegar a ocupar la Presidencia de la República de manera temporal en 1878; pero su aporte más valioso a la venezolanidad lo dio con su pluma de brillante escritor, al dejar para la posteridad sus obras emblemáticas “Biografía del Dr. José Vargas” (1883), “Vida de Don Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho” (1895), y “Biografía del Valiente Ciudadano Ezequiel Zamora” (1898). Por su parte, su hijo Carlos Antonio Villanueva (1865-1925) legó no solo a Venezuela sino a la América entera valiosos estudios e investigación histórica, tales como “Resumen de la Historia de América” (1900), “Napoleón y la Independencia de América” (1911), “Bolívar y el Gral. San Martin” (1912), “Fernando 7° y los nuevos Estados” (1912), “Historia de la República Argentina” (1914), “Historia Diplomática de la Primera República de Venezuela” (obra póstuma, 1967), entre otros. Ambos fueron miembros de la Academia Nacional de la Historia, el primero como fundador y en varias ocasiones director; el segundo como miembro correspondiente debido a sus muchos años de permanencia en el extranjero ocupando cargos diplomáticos.
  Para el estudio y realización de esos y otros voluminosos trabajos, fueron muchos los documentos que ambos historiadores acopiaron y conservaron durante su vida, pero luego de la muerte de don Carlos parece que la pasión por Clío se apagó en la familia Villanueva, pues ya no hubo otro que continuara la investigación histórica. Sin embargo, la conciencia sobre la importancia de aquellos documentos, el respeto a la memoria de sus ascendientes, la necesidad de liberar espacios en sus residencias y/o el estímulo de otros, fueron sopesados por los descendientes de aquellos historiadores para que no permitieran que el desconocimiento, el olvido y el tiempo destruyeran aquellos papeles; por lo que, acompañando con la publicación de un catálogo, decidieron donar todo aquel conjunto documental a la Academia Nacional de la Historia en estos términos:
“En vista del valor histórico que revisten estos papeles, (…), hemos decidido donarlos a esa honorable Academia Nacional de la Historia, para que se conserven debidamente en sus archivos y puedan así ser consultados por los historiadores nacionales, de acuerdo con las normas de esa Institución.
Queremos dejar constancia de que la Academia Nacional de la Historia queda en libertad para resolver sobre el destino de algunos de estos documentos que por su índole misma pudieran se indispensables para completar colecciones existentes en otros sitios, a las cuales podría ceder el documento o los documentos originales o las copias respectivas”[12]
  La entrega se realizó el 13 de mayo de 1965 por parte de Matilde Villanueva (hija del Dr. Laureano) y Carlos Raúl Villanueva (hijo de don Carlos) en nombre de toda la familia[13]. Dentro del aquel acopio hallábase una importante cantidad de papeles relacionados directamente con Simón Bolívar, cuya temática era tan variada como la procedencia misma, pues algunos habían sido reunidos por el Dr. Laureano y otros por su hijo. Nos detendremos ahora a detallar primeramente la colección reunida por don Carlos, ya que esta ofrece más datos para estudiar el proceso de conformación del conjunto documental Archivo del Libertador, junto a una carga anecdótica poco conocida.
  Ya hemos visto la participación que tuvo el historiador y diplomático Carlos A. Villanueva en la adquisición para Venezuela de los papeles de la sección Juan de Francisco Martí de manos del señor José María Quiñones de León. Recordemos que el 14 de mayo de 1921 Villanueva actuó como Secretario de la Comisión designada por el propio Quiñones de León para abrir los cajones que permanecieron más de 80 años cerrados y cuyo contenido era ignorado por todos. Como expresión de agradecimiento y amistad, el señor Quiñones de León obsequio Villanueva un legajo de poco más de 100 documentos de los hallados en aquellos baúles, y que una vez fallecido éste, quedaron en posesión de sus deudos y vinieron a ser donados a la Academia de Historia en 1965. Se trataba de comunicaciones oficiales, correspondencia particular o familiar; algunas autógrafas de Bolívar o sus Secretarios, pero la mayoría era documentación epistolar dirigida al Libertador por variedad de remitentes como Jacinto Lara, Antonio Leleux, Diego Ibarra, Josefa María Tinoco, Juan de Escalona, Benito Chaseriau, Belén Aristigueta, etc.[14].
  Con respecto a la parte reunida por el Dr. Laureano Villanueva, también se encontraban papeles relacionados con Bolívar en distintas épocas de su trajinar histórico. Se puede mencionar el expediente de la Real Audiencia de Caracas sobre domicilio tutelar del menor Simón Bolívar, y dos cartas firmadas por El Libertador e inéditas hasta ese momento, fechadas en 1808 y 1821. Las fuentes de donde el Dr. Villanueva obtuvo esos y otros documentos solo él la conocía y por tanto no pudo ser esclarecida por sus descendientes[15]. Poco tiempo después la Academia Nacional de la Historia tomó una feliz decisión para el aumento del Archivo del Libertador, y que representó una de las más voluminosas adquisiciones durante la segunda mitad del siglo XX:
“Después de un estudio y examen bien meditado, la Academia acordó separar del archivo histórico recientemente recibido de los herederos de los académicos fallecidos doctor Laureano Villanueva y su hijo don Carlos A. Villanueva, aquellos documentos que por su procedencia o destino y por otras cualidades similares deben conservarse en los repositorios del Libertador que se conservan en la Casa Natal de éste, en Caracas, y que en la actualidad son objeto de un análisis especial para su incorporación a las Obras Completas del Héroe que prepara la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Con tal objeto fue nombrada una comisión de académicos integrada por los colegas Dres. Mario Briceño Perozo, Blas Bruni Celli y Joaquín Gabaldón Márquez quienes, cumplido su cometido, rindieron informe a la Corporación en su junta ordinaria del 10 de marzo del año en curso.”[16]
Con esta entrega por fin se encontraba a disposición de los estudios históricos la totalidad de los papeles que personalmente Bolívar había reunido durante toda su vida y que es la base de lo que hoy llamamos Archivo del Libertador[17].
  Un segundo grupo de documentos fueron entregados a la Academia de Historia como parte de la Donación Villanueva, pero esta vez en 1968. Se trataba de un remanente de los papeles reunidos por Laureano Villanueva que no habían sido clasificados en 1965, y entre los cuales también se encontraban documentos bolivarianos de distintas épocas. Tan solo eran 6 expedientes, pero tenían la particularidad de que 5 se encontraban inéditos para el momento, cuyas fechas extremas iban de 1797 a 1821[18]. Algunos originales, otros eran copias de la época y todavía alguno era un borrador, todos con distinta temática e interés. Al igual que el lote anterior, se separaron éstos del resto del conjunto y se remitieron al Archivo del Libertador, ubicado para la fecha en la Casa Natal.

El manuscrito Hamilton (Discurso de Angostura)
  El Discurso de Angostura, considerado por muchos como una exquisita pieza de oratoria, fue leído por El Libertador ante los 26 Diputados que asistieron a la sesión del Congreso el 15 de febrero de 1819; cinco días después se publica en el N° 19 del Correo del Orinoco siendo esta la primera vez que se hace del conocimiento general, pero con la salvedad que solo se imprime el comienzo y el final; luego en los números 20 al 22 se publique en extenso la totalidad del Discurso. El especial interés de Bolívar en que se conocieran los puntos neurálgicos de sus propuestas políticas lo llevaron a ordenar que el Discurso fuera nuevamente a la imprenta, pero esta vez en Bogotá, la capital de la recién creada Colombia (la grande), lo cual se realizó en 1820. Ese mismo interés revesaba la frontera gran colombiana, pues esperaba que sus ideas fueran también leídas y estudiadas en los grandes centros de luces y poder, por lo que también ordenó que se realizara una publicación en inglés bajo la dirección de James Hamilton, súbdito británico instalado en Angostura desde 1818[19].
  Ahora bien, entre las tres publicaciones existen variaciones, algunas ligeras (de forma) y otras más notables (de fondo), que obligaron siempre a que los historiadores e investigadores se preguntaran cual había sido la fuente de cada una, pues entre los papeles dejados por O´Leary y Briceño Méndez no existía nada que arrojara luz sobre el asunto. Con la adquisición, en 1928, de los papeles de la Sección Juan de Francisco Martín se abría la posibilidad de que se encontrara el documento original; sin embargo, aunque no fue así, la frustración fue solo a medias, ya que sí se localizaron entre aquellos papeles dos extensos borradores del famoso Discurso con muchísimas enmendaduras y adiciones, algunas de la mano del propio Bolívar, que permitieron desarrollar nuevos planteamientos e investigaciones de índole histórico y literario.
Fue gracias al minucioso académico de la Historia y la Lengua, Pedro Grases (1909-2004) que se localizó el original del Discurso de Angostura. Por el mucho indagar en la vida londinense de Francisco de Miranda y Andrés Bello, don Pedro Grases encontró el manuscrito que utilizó Bolívar para leer su famoso Discurso, en poder de del señor Philip J. Hamilton-Grierson, descendiente del Cnel. James Hamilton (1770-1840), el mismo que fuera comisionado por Bolívar en 1819 para realizar la traducción del Discurso al idioma inglés. En la siguiente nota escrita de puño y letra en su lengua materna el coronel Hamilton explica cómo llegó a su poder el manuscrito:

Este es el gran Discurso leído por el general Bolívar en la apertura del Congreso de Angostura febrero 15 de 1819 y presentado por él a mí  James Hamilton

  Con estas líneas Hamilton indica que el manuscrito le fue entregado por el mismísimo Libertador después de ser leído para que procediera a su traducción, lo que una vez finalizado y ausente el propietario, originó que permaneciera en su archivo particular hasta su muerte ocurrida en la misma ciudad de Angostura, para luego ser llevado por sus deudos a Inglaterra.
  En 1975, en medio de un acto protocolar, el señor Philip J. Hamilton-Grierson hizo entrega del manuscrito de 32 folios y uno más con la nota transcrita, al Presidente de la República de Venezuela Sr. Carlos Andrés Pérez, quien de inmediato lo traspaso al Archivo del Libertador para su respectiva catalogación y posterior estudio y publicación (más sobre este manuscrito aquí).
  Así pues, durante tres cuartos de siglo la colección documental Archivo del Libertador no cesó de incrementarse, incluso el último año del siglo XX y la primera década del XXI otras incorporaciones importantes se efectuaron, con particulares características que en otra entrada destacaremos.



[1] La designación “sección de O´Leary” es un recurso del que hemos echado mano para distinguir uno de los tres periodos en que hemos dividido el tránsito de la colección de documentos que el Gral. O´Leary reunió: denominamos 1° “fracción de O´Leary” al conjunto de documentos que le correspondieron al edecán cuando el archivo de Bolívar se fraccionó en tres partes; 2° “sección de O´Leary” una vez que su fracción del archivo de Bolívar se juntó con los documentos que el irlandés había reunido en diferentes años y de diversos orígenes; y 3° “Sección O´Leary del Archivo del Libertador” una vez que aquellos legajos documentales entregados al Gobierno venezolano fueron organizados en tomos e indizados al estilo de un archivo moderno.
[2] Cuando los deudos del General O´Leary hicieron entrega del cumulo documental que lleva el nombre del fiel edecán, se desconocía por completo que existieran otros conjuntos de papeles que hubieran pertenecido al archivo de Bolívar, y menos aún que ese antiguo archivo hubiese sido fraccionado para incluir entre sus nuevos tenedores a Briceño Méndez y Juan de Francisco Martín. De modo que a finales del siglo XIX y primera década del XX, solo existía el archivo de O’Leary, y es con Lecuna cuando comienza a llamársele Archivo de Bolívar o del Libertador una vez que comienzan a agregársele nueva documentación. Véase Lecuna, Vicente: Papeles de Bolívar; Editorial América, Madrid, 1920, pág. 8; esta obra fue publicada originalmente en 1917, pero solo hemos podido consultar la edición de 1920 de la editorial Biblioteca Ayacucho, dirigida por Rufino Blanco Fombona
[3] Ha sido bastante confuso poder especificar de donde fueron tomados los documentos que Vicente Lecuna identifica como que pertenecían al general Pedro Briceño Méndez, pues en su obra de 1917 Papeles de Bolívar (edición de 1920, pág. 10-11) indica que fueron extraídos por él del archivo Blanco y Azpurúa; mientras que en la de 1954 (edición póstuma) La Casa Natal del Libertador (pág. 57) dice que por gestiones suyas y de Cesar Zumeta fueron comprados por el Gobierno Nacional al señor Arensbourg, que a su vez los había comprado a los herederos de Ramón Azpurúa.  
[4] Archivo del Libertador, edición digital desarrollada por la Academia Nacional de la Historia y el Bolivarium de la Universidad Simón Bolívar a partir del microfilm que la primera conserva (en adelante A.L.A.N.H.); rollo 17, folio 136. También en http://libertador.bolivarium.usb.ve/documento.php?id=8279f93 imágenes 5 a 10. Consultada el 26-08-2019.
[5]A.L.A.N.H., rollo 17, folio [414]. También en http://libertador.bolivarium.usb.ve/documento.php?id=8072f51 imágenes 2 a 36. Consultada el 16-04-2019.
[6]Ministerio de Relaciones Exteriores: Relación Histórica del General Pedro Briceño Méndez. Caracas, 1933; pág. 5,6. También A.L.A.N.H., rollo 18, portada.
[7]Con pequeños volantes o con notas escritas sobre el documento, se indicaba uno y otro caso, véase, por ejemplo; Cartas a Luis Brión de mayo a julio de 1817 en A.L.A.N.H rollo 18, folios 43 y siguientes.
[8] Hijo de Valentina Clemente Bolívar, y por tanto nieto de María Antonia Bolívar. 
[9] Boletín de la Academia de Historia N° 71.
[10]Hijas de Valentina Clemente Bolívar
[11]Nieto de Fernando Bolívar Tinoco, sobrino del Libertador.
[12]Catalogo Donación Villanueva a la Academia Nacional de la Historia. Estudio Preliminar, preparación del Catálogo, selección y copia de los textos, notas e índices por el Dr. Blas Bruni Celli. Caracas, 1965. Pág. [1].
[13]B.A.N.H Tomo XLVII abril-junio de 1965 N° 190, pág. [156].
[14]Ídem. pág. 159 y siguientes
[15]Ídem.
[16]B.A.N.H Tomo XLIX abril-junio de 1966 N° 194, sección Vida de la Academia, pág. 313.
[17] Siempre y cuando el señor Quiñones de León no hubiera tenido para con los demás miembros de la Comisión de 1921 la misma deferencia que tuvo con don Carlos A. Villanueva.
[18]Catalogo Donación Villanueva a la Academia Nacional de la Historia (Segunda Parte). Estudio Preliminar, preparación del Catálogo, selección y copia de los textos, notas e índices por el Dr. Blas Bruni Celli. Caracas, 1968. Pág. 9-11
[19]El impreso con la traducción al inglés se realizó en la propia Angostura en 1819, por lo tanto, es anterior al impreso de Bogotá.

Share this:

CONVERSATION

0 comentarios :

Publicar un comentario