Juan Bautista Pérez y Soto y su relación con el Archivo de El Libertador.


  
Juan Buatista Pérez y Soto (1855-1926).
  La admiración por la obra y el pensamiento de Simón Bolívar cautivaba, y aun lo hace, a más de un latinoamericano, en especial a aquellos que son nativos de los países donde su presencia física o moral influyó en el devenir de su historia. Tal es el caso del colombiano Juan Bautista Pérez y Soto (1855-1926), cuya vida fue tan accidentada como productiva para el tema que nos ocupa.

Don Juan Bautista Pérez y Soto (1855-1926)
  
  Nació en Panamá, cuando este istmo era parte integrante del territorio de la República de Nueva Granada, a la que estuvo vinculada desde la época del Virreinato del mismo nombre y pasando por la época de Colombia la grande.  Muy joven se traslada al Perú, donde cumplía labores comerciales particulares, hasta que la Guerra del Pacifico lo obliga, en 1878, a trasladarse a Ecuador, específicamente a Guayaquil. Por esos mismos años es designado secretario de la Legación de Colombia en Ecuador. Durante su estancia en Perú había comenzado a desarrollar las grandes habilidades que le traerían tantas glorias como desconsuelos, y que le llevaron a definir que “la razón de ser de su vida como ciudadano, historiador, periodista y escritor estuvo determinada en contra de quienes consideró, con conocimiento de causa, como responsables de la perdida de Panamá y el asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre.”[1]
  
  A partir de 1882 entabla una relación de amistad con la “exaltada” bolivariana Josefa Simona Vivero de González, hija del prócer de la independencia ecuatoriana Luis Fernando de Vivero y Toledo, y de Francisca Garaicoa Llaguno; heredando por parte de ésta ultima la veneración “feroz” a la memoria del Libertador que practicaban todas las mujeres de la familia Garaicoa, quienes recibieron especiales y delicadas atenciones del Padre de la Patria durante los últimos ocho años de su vida[2]; y que a su vez fueron esposas, madres e hijas de otros muchos libertadores. Conociendo toda ese “feroz” y “exaltado” amor por las cosas relacionadas con Bolívar que profesaba la señora Josefa Vivero de González[3], don Juan Bautista Pérez y Soto la anima en sus años de viudez y soledad con las historias públicas y privadas del Héroe, lo que le va ganando la protección y mecenazgo de la ilustre bolivariana para sus proyectos de estudios históricos. Tales proyectos incluían la adquisición en originales, copias de la época o traslados posteriores de documentos relacionados con la época de la independencia, y en particular con Bolívar y Sucre. La presencia de Pérez y Soto en Caracas para los días de la conmemoración del Centenario del nacimiento de Bolívar fue en representación de la señora Vivero de González, quien obsequió a la celebración una corona de oro y plata de majestuosa decoración. Tal acontecimiento sirvió también para que doña Josefa recibiera muchísimos regalos desde Venezuela, entre los que se destacan para nuestro tema una gran cantidad de documentos originales firmados por El Libertador, remitidos por Arístides Rojas, Amenodoro Urdaneta, Valentina Clemente Bolívar, entre otros.
  
  A la muerte de doña Josefa, quedó Juan Bautista Pérez y Soto como único heredero de sus muchos bienes, entre los que se contaban su biblioteca y archivo. Como nuevo propietario de tan cuantioso e invaluable contenido, Pérez y Soto decidió llevarse el cumulo bibliográfico y documental a su residencia en Colombia, donde al juntarse con la que el mismo había reunido, le permiten tener suficiente material para profundizar sus estudios históricos. Pero los conflictos políticos en Colombia, donde Pérez y Soto cumplía funciones como Senador por el Departamento del Istmo de Panamá, retrasan la aparición de estos trabajos; a su vez la separación de Panamá motiva la publicación de otras fuertes y virulentas obras de Pérez y Soto.
  
  En 1920 protagoniza uno de los episodios más ofensivos de su vida, pues se le acusa de robar el Archivo del general Francisco de Paula Santander, por lo cual es detenido y se le decomisa el referido cumulo justo cuando salía del país. El escándalo que generó tal aseveración solo pudo ser resuelto por las autoridades judiciales de Colombia, cuyo dictamen fue declarar la inocencia de Pérez y Soto, ya que él había adquirido legalmente el Archivo de Santander de manos de su legítimo poseedor, el militar y académico de la historia Restrepo Tirado; sin embargo, no se le permitió sacar del país el Archivo en cuestión, y tan solo pudo conservar unas cuantas cartas firmadas por Bolívar que iban dirigidas a Santander. La realidad de la acusación contra Pérez y Soto, quien más tarde sería individuo de número de la Academia Colombiana de la Historia, estriban, según muchos intelectuales de aquella nación, en desacreditar a quien con ahínco denunció a los traidores a la patria, que en su época cedieron el Istmo de Panamá (mediante su obra titulada INRI) ; así como a aquellos apátridas que en los albores de la república asesinaron al “Abel de Colombia” (los cuales serían claramente culpados en su siguiente obra titulada El Crimen de Berruecos ). Los estudios históricos de Pérez y Soto sobre el asesinato del Mariscal Sucre son de tal calidad investigativa, histórica y argumentativa que ninguno de sus detractores pudo acercarle, por más que lo intentaron, el germen de la desconfianza en los ojos y mentes de quienes han leído aquellos 4 tomos de verdades tan incuestionables como justicieras.               

De Arístides Rojas a Pérez y Soto.

Dr. Arístides Rojas (1826-1894),
  En múltiples facetas, tanto como médico, naturalista, periodista e historiador, se destacó con amplitud en su época don Arístides Rojas (1826-1894). Es considerado por muchos como el padre de la investigación científica de la historia nacional, amén de uno de los más destacados divulgadores científicos del siglo XIX. Su infatigable interés por explicar los hechos del pasado venezolano (en sismología, arqueología, lingüística, heráldica, numismática, folclore, etc.) lo llevó a ser un revelador de secretos; y su premisa era: “En materias históricas, más que en ninguna otra, todo aquello que no esté apoyado en documentos auténticos y narraciones fieles, debe despreciarse como una cantidad negativa, y toda aseveración que no haya sido inspirada por la verdad, basada en el estudio y la crítica, es de ningún valor”[4], la cual lo condujo a coleccionar una gran cantidad de objetos relacionados con las ciencias que estudiaba. Tales objetos, llamados por él mismo “cacharros”, incluían piezas arqueológicas; indumentarias y utensilios indígenas; muebles, pinturas, esculturas y tallas de la época colonial; manuscritos, libros y toda clase de impresos de la época republicana; y un largo etcétera.
  
  Ese amor por coleccionar cosas era parte de su interés por conocer, explicar e interpretar la historia, que a su vez lo convirtió en un pionero de la disciplina historiográfica. Debido a ese patriótico y orientado esfuerzo logró salvar gran cantidad de documentos, para lo cual rastreó en archivos nacionales y extranjeros, públicos y privados; lo que le permitió hacerse de una buena cantidad de manuscritos e impresos relacionados con la época de Independencia y, sobre todo, con el principal protagonista de ella, El Libertador Simón Bolívar. Estos, y otros muchos documentos, tuvo don Arístides Rojas la intención de dar a conocer al publicarlos, tanto en periódicos como en ediciones condensadas de cartas inéditas de Bolívar, pero la muerte, que todo lo arruina, se lo impidió el 4 de marzo de 1894. Por no tener hijo, todos sus bienes quedaron en poder de sus hermanos y sobrinos, quienes, a la larga, y afortunadamente, dieron un buen destino a todos esos “cacharros”.

  Poco tiempo después de la muerte de don Arístides, uno de sus hermanos decide vender una buena parte de su archivo a don Juan Bautista Pérez y Soto por la cantidad de 700 pesos. Esto hacía quedar en manos igualmente acuciosas y apasionadas por la historia bolivariana tan importante cumulo documental; lo cual, a su vez, generó un importante aumento de la colección del propio Pérez y Soto.

La sección "Pérez y Soto” del Archivo de El Libertador.

  La fructífera y polémica vida como caballero nato, hombre culto e inteligente, despiadado y virulento polemista; así como acucioso y justiciero investigador histórico de Juan Bautista Pérez y Soto, llegó a si fin el 30 de agosto de 1926, cuando actuaba como funcionario diplomático de Colombia ante El Vaticano.

  Inmediatamente, y por gestiones del Dr. Vicente Lecuna, se inician los contactos con la viuda e hijos de Pérez y Soto para adquirir para Venezuela su voluminoso archivo, que era de gran interés para los historiadores e investigadores de la obra bolivariana. Cumplidos los acuerdos comerciales y entregado por el Gobierno Nacional al curador del Archivo del Libertador, Vicente Lecuna, este hace trasladar aquel fondo documental al taller de los señores Ramón González Blomont y Antonio González Vidal, de donde salen encuadernados los numerosos papeles que coleccionaron Pérez y Soto, Josefina Vivero, Arístides Rojas, y otros más que, sumando los esfuerzos de sus propietarios, pasan con creses los 100 años de dedicación al acopio de documentos históricos de incalculable valor; los cuales fueron organizado para la encuadernación en 43 Tomos por Antonio González Vidal, Emilio J. Mauri y Esther Barret de Nazarís, siempre bajo la dirección de Vicente Lecuna y con el auspicio de Pedro Manuel Arcaya como Ministro de Relaciones Interiores.

  Dentro de esta nueva sección del Archivo del Libertador se pueden encontrar documentos y cartas originales de las familias Bolívar, Palacios, Sojo, Toro, Aristiguieta, etc.; todas emparentadas con El Libertador. También se hallan originales y copias de la época de oficios y correspondencia oficial del Estado gran colombiano en distintos periodos; así como originales y copias posteriores de correspondencia privada de y para El Libertador.

  Otra parte importante del contenido de esta Sección del Archivo, son las cartas que le enviaron Bolívar y el Mariscal Sucre al General Francisco de Paula Santander, y que formaban parte del archivo de este último, el cual Pérez y Soto adquirió de forma legal de manos de su legítimo y nuevo propietario, y que sin embargo se le acusó de robarlo. Una vez que las autoridades judiciales certificaron la legalidad de la compra, Pérez y Soto quedó reivindicado en su honor, pero aun así decidió, por razones morales y éticas, no continuar con el litigio y devolver el archivo Santander, conservando solo las ya citadas cartas, que hoy forman parte del Archivo del Libertador.


  También se encuentran en la Sección los manuscritos de Arístides Rojas sobre los variados temas que estudió y que utilizó para sus publicaciones, al igual que los documentos y anotaciones de Pérez y Soto sobre el asesinato de Sucre en Berruecos; y una gran cantidad de documentos posteriores a la muerte de Bolívar, que si bien no tienen nada que ver con su vida, fueron reunidos por el titular de la Sección para sus estudios históricos, y formaban parte del lote que adquirió el Gobierno de Venezuela.



[1]Cita y datos tomados de la Conferencia leída en la sesión ordinaria del 21 de septiembre de 2004 por Gentil Almario Vieda, Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia, consultada el 14/11/2009 a través del enlace http://www.colombiaaprende.edu.co/html/mediateca/1607/articles-113113_archivo.pdf
[2] Véase Historia de la familia Garaicoa por Pérez y Soto, Juan Bautista en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XXIII octubre-diciembre de 1940, Nº 92, página 521 y siguientes.
[3] Véase La zapatilla del Libertador por Sucre, Luis Alberto en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XXIII octubre-diciembre de 1940, Nº 92, página 579 y siguientes.
[4]Zambrano, Gregory. Arístides Rojas y la memoria colectiva venezolana. Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales. Mérida-Venezuela. ISSN 1316-9505, Enero-Diciembre. Nº 12 (2007): pág. 215-234.

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