Dispersión del patrimonio documental venezolano (II): ¡se le “gana una” a los pulperos!
No es virtud sobresaliente de la cultura
venezolana el aprecio, cultivo y desarrollo de los lugares donde se almacenan
los documentos que una institución (pública o privada) o una persona (natural o
jurídica) genera o recibe en el marco de sus funciones o actividades. En el
mejor, y más deseable de los casos, estos lugares son los archivos[1], en
los cuales tales documentos se conservan, con mayor o menor grado, de acuerdo
con la sensibilidad, el sentido de identidad y la estima que las personas
tienen a sus instituciones y/o lugares de trabajo. La inexistente cultura
documental y archivística que ha regido casi como norma en las altas esferas
del poder en Venezuela, es producto de la falta de conciencia histórica que
como sociedad hemos tenido a lo largo de nuestro andar republicano.
Afortunadamente a lo largo de tiempo han
existido loables, aunque reducidas, excepciones de funcionarios y personajes
que han comprendido la importancia de preservar los hechos que en un momento
dado quedaron plasmados en papel, u otros soportes, para fortalecer la memoria
e identidad colectiva. Tal es el caso que ahora reseñamos, cuyo resultado
favorable nos permite hoy disfrutar de importantes tesoros documentales; por lo
que se puede decir, de forma coloquial, que gracias a uno de tales personajes:
El patrimonio “le ganó una” a los pulperos.
A finales de 1733 Pedro Arias Altamirano (funcionario
de la administración colonial con el cargo de Regidor) ordena recoger, ordenar
y encuadernar los papeles que contenían los Reales Despachos o Reales Cédulas que se encontraran
a su cargo. Ese trabajo de los archiveros coloniales dio como resultado, por lo
menos, 8 libros o registros de reales cédulas con los más variados productos
(ordenes, disposiciones, reglamentos, provisiones, etc.) que formaron parte de la
legislación indiana en los territorios que hoy integran Venezuela. Estos
registros, llamados también cedularios, quedaron organizados de la siguiente
manera:
·
Registro Primero: 118 cédulas de los años
1591 hasta 1658;
·
Registro Segundo: 106 cédulas de los años 1659
hasta 1690;
·
Registro Tercero: 94 cédulas de los años
1691 hasta 1696;
·
Registro Cuarto: 104 cédulas de los años
1697 hasta 1700;
·
Registro Quinto: 120 cédulas de los años
1701 hasta 1705;
·
Registro Sexto: 69 cédulas de los años
1706 hasta 1712 (aunque la portada original indica que las fechas extremas van
de 1706 a 1714, puede corroborarse que la documentación solo alcanza hasta el
año 1712);
·
Registro Séptimo: 87 cédulas de los años
1715 hasta 1720 (detallado en otra entrada);
·
Registro Octavo: ¿?
Portada original, a la rustica, del Registro Tercero (hoy Tomo III) de Reales Cédulas ordenado durante la administración del Regidor Pedro Arias Altamirano. |
A cada uno de estos registros se les
colocó una encuadernación de cuero que, aunque rustica, cumplió bien su función
por lo muy resistente.
Como puede verse, en el Registro Sexto se
cometió un error en la descripción de las fechas extremas del contenido, que
nos hace plantear las siguientes hipótesis: a) la colección ordenada por el regidor
Arias Altamirano pudo haber llegado a ser de 9 registros o cedularios al
percatarse los empleados coloniales del salto con los documentos de los años
1713 y 1714; b) que no se conservara la documentación de esos años en la
oficina del Regidor; o c) que, aunque existieran esos papeles en aquellas
oficinas y los empleados se percataran del salto, solo decidieran dejar
aquellos papeles pertenecientes a los años 1713-1714 enlegajados como ya
estaban. ¿Por qué se afirma que la colección del regidor Arias Altamirano llegaba
por lo menos a 8 registros o cedularios? A esa conclusión induce casi de manera
forzada el hecho de que en la contraportada de cada registro o cedulario se
señaló que el índice general de toda la colección se encontraría en el volumen
Octavo.
Contraportada con descripción manuscrita del Registro Segundo (hoy Tomo II) de Reales Cédulas, ordenado durante la administración del Regidor Pedro Arias Altamirano. |
Gral. Pedro Arismendi Brito (1832-1914). |
Para que conservar aquellos documentos
tuviera un sentido práctico, el cual no podía ser otro sino la consulta para
historiadores y demás investigadores, Arismendi Brito decidió entregarlos a la
corporación de la que formaba parte, y así fue como en la biblioteca de la
Academia de Historia permanecieron estos 27 libros manuscritos hasta el 27 de
marzo del año 1942, fecha ésta en que le fueron entregados al Dr. Mario Briceño
Iragorry para aumentar y completar los fondos documentales que del periodo
indiano o colonial tenia organizados el Archivo Nacional (hoy Archivo General
de la Nación) donde fungía como Director.
Una vez en el Archivo Nacional el conjunto
de 27 libros manuscritos, se separaron de ese lote los 9 cedularios arriba
descritos, a los cuales se les realizó una nueva encuadernación en pasta de
cartón sobre la antigua de cuero. De esta forma se constituyó la sección
segunda del fondo “Reales Cédulas” del Archivo Nacional, a la cual se le
agregaron otros 3 libros que ya tenía organizados esta institución, para un
total de 12 tomos en esta nueva sección.
Lomo del Tomo V de la sección segunda del sub-fondo "Reales Cédulas" del Archivo General de la Nación (antiguo Registro Quinto ordenado durante la administración del Regidor Pedro Arias Altamirano). |
¿De dónde obtuvo el incógnito pulpero de
Caracas aquellos 27 libros manuscritos que contenían parte de la memoria
colectiva venezolana del periodo colonial?, ¿llegaría tarde don Pedro Arismendi
Brito a aquella pulpería y solo alcanzó a salvar 27 joyas documentales de un
tesoro más grande?
A la primera pregunta diremos que, aunque
la fuente principal de donde hemos obtenido los datos de esta reseña[2] señala
que tal sitio debió ser el Registro Principal de Caracas, debemos recordar que ya
desde 1832 se hacían denuncias y se intentaba evitar la extracción de legajos
de papeles de los archivos de la antigua Capitanía General de Venezuela (véase
la primera entrada de este tema aquí). También, como nos lo señala el
historiador Alí López Bohórquez[3], entre
1813 y 1818 hubo por lo menos tres desparrames en archivos de las instituciones
coloniales de Caracas a causa de la Guerra de Independencia: cuatro cajones de
papeles que perdió el Regente interino José Francisco Heredia en 1813; el
traslado del archivo de la Real Audiencia de Caracas a la sede de la Real Renta
de Tabaco hasta 1815 a causa de las constantes interrupciones de las funciones
de aquel cuerpo judicial; y la reunión y quema (en 1818) dentro de la propia
Escribanía de Cámara de los expedientes de infidencias que allí se encontraban,
guardando la esperanza que los legajos con “las
otras causas que se hallen en otras manos, estas mismas las esconderán”[4].
Adicional a esto, también en 1810 un número considerable de papeles fueron
sustraídos por Joaquín de Muguruza, funcionario de la Secretaría de la
Capitanía General, y quedaron encajonados bajo la custodia de sus domesticas
hasta 1813[5]. Todo lo
anterior deja en evidencia y nos recuerda la fragilidad de la conservación de
los archivos que preservan la memoria colectiva venezolana.
A la segunda pregunta, habremos de señalar
que esa posibilidad queda muy latente ya que, de los 8 cedularios ordenados por
el regidor Arias Altamirano, solo le fue posible al general Pedro Arismendi
Brito recuperar 6 en aquella pulpería de Caracas: el octavo no ha sido
localizado hasta ahora; y el séptimo se recuperó, también por compra, muchos
años después de la gestión de Arismendi Brito, y a muchos kilómetros de aquella
pulpería de Caracas. Esto lo reseñaremos en otra entrada de este Blog (revísala aquí).
Lomo del Tomo I de la sección segunda del sub-fondo "Reales Cédulas" del Archivo General de la Nación (antiguo Registro Primero ordenado durante la administración del Regidor Pedro Arias Altamirano). |
Contraportada con descripción manuscrita del Registro Cuarto (hoy Tomo IV) de Reales Cédulas, ordenado durante la administración del Regidor Pedro Arias Altamirano. |
[1] Entendiendo que no todo almacén de papeles es un archivo, pues para
que lo sea, tienen los documentos que estar debidamente clasificados, ordenados
y contar con los instrumentos para ser consultados.
[2] Boletín del Archivo General de la Nación, septiembre a diciembre de
1947, N° 140-141, Tomo XXXV; págs. 463-465. Tipografía Americana, Caracas 1948.
[3] López Bohórquez,
Alí Enrique: El Archivo de la Real
Audiencia de Caracas (Estado actual de las fuentes documentales para su
estudio). En Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo LXXIV,
abril-junio de 1991, N° 294; págs. 55-61
[4] Ibíd. pág. 57.
[5] Boletín del Archivo Nacional, N° 111; julio y agosto de 1942, págs.
272-276.
0 comentarios :
Publicar un comentario