El Marqués de Rojas sabía dónde estaba el Archivo de Miranda.
Probablemente
se trate del primer venezolano que, luego de más setenta años sin noticias, informará del
paradero de los tomos encuadernados que contenían los papeles del Precursor de
la independencia hispanoamericana y primer venezolano universal, Francisco de
Miranda.
En
la citada obra del Marqués de Rojas sobre Francisco de Miranda, editada en
París por la Librería Garnier Hermanos[1], se encuentran (de
la página 1 a la 782) una gran cantidad de documentos (correspondencia,
decretos, bandos, etc.) tomados de los originales que pertenecieron al
Generalísimo y que se relacionan con su accionar en la revolución francesa, en
la expedición de 1806 y la campaña de 1811-1812 en Venezuela[2]. Ahora bien, en
la página XXX, correspondiente a la semblanza sobre El Precursor, el autor apunta
información clave sobre otro cumulo documental mirandino, hasta entonces
perdido:
“…fueron
exportados á (sic) Inglaterra después de la catástrofe de 1812, veinte y seis volúmenes
manuscritos que reseñan los viajes de Miranda, 18 referentes a la Historia de
la Revolución francesa e igual número de volúmenes que contienen todas las
negociaciones entabladas por el general. No es de las menos lastimosas entre
las muchas desgracias que ocurrieron a este hombre singular, la pérdida del rico
tesoro de su inteligencia y de los esfuerzos que hizo durante más de veinte
años. Todos los citados manuscritos fueron vistos en Londres y seguramente existen
allí. Tal vez tendremos la satisfacción de rescatarlos en
breve tiempo.”
A
pesar del sigilo con que llegaron y se conservaron en Inglaterra los papeles de
Miranda, para algunos fue noticia su existencia en manos de las autoridades. Estas
noticias las obtuvo al Marqués de Rojas quien, en 1884 como arriba apuntamos, las hizo públicas tal vez con la esperanza de
acopiar información más certera para dar con la ubicación exacta. Pero ¿quién
pudo dar esta información al Marqués 70 años después del arribo a Londres del
archivo del Precursor? Sin duda alguna el informante debió tener datos de
primera mano, pues los detalles descritos por Rojas en su libro fueron
confirmados con casi perfecta exactitud 42 años después, lo cual demostró la
veracidad de la información. Quien le proporcionó el valioso acervo documental
que dio a la estampa es su libro debió también ser quien le informara de la
existencia de otro todavía más grande y hasta ese momento inaccesible. Para el historiador
y mirandista de alta talla Carlos Pi Sunyer[3], todos los
indicios dejados por el Marqués de Rojas llevan a la forzosa conclusión que el
personaje en cuestión fue Leandro Miranda (1803-1886), hijo mayor del Generalísimo.
Leandro Miranda pudo conocer de la existencia en Londres del archivo de su
padre por varias fuentes: bien por Antonio Leleux (edecán del héroe y responsable
de sacar de Venezuela el archivo en 1812[4]), por Tomas
Molini (secretario de Miranda desde 1805[5]), John Turnbull (amigo y
financista de Miranda desde 1777, quien recibió de este varias comunicaciones
desde la prisión de La Carraca y fue su albacea testamentario) o Nicholas
Vansittart (amigo del Generalísimo desde 1801, fue Ministro de Hacienda
entre 1812-1823 y como tal recibió comunicación sobre la correspondencia entre él
y Miranda hallada por las autoridades en Curazao en los baúles confiscados; también
era albacea testamentario, aunque luego de la desgracia de Miranda no se ocupó
en prestarle ningún favor).
El
caso es que el Marqués de Rojas tenía la certidumbre que los papeles, el archivo de Francisco de Miranda se encontraban en Londres para 1884, obtuvo la información
de una fuente fidedigna y la hizo pública con la esperanza “de rescatarlos en breve tiempo”. El
tiempo no fue tan breve, pero si suficiente para que un historiador
estadounidense rastreara con éxito la ubicación del estimable Archivo de
Miranda, tal
vez movido por el testimonio del Marqués.
[1]
Enlace para leer y/o descargar el libro: https://archive.org/stream/elgeneralmirand01rojagoog#page/n0/mode/2up
[2]No
ha sido posible hasta ahora establecer con exactitud de donde obtuvo El Marqués
tales documentos, aunque el mismo deja indicios en esta y otras publicaciones. Lo
que se si sabe, varias veces repetido a lo largo de la introducción y
semblanza, es que se trataba de originales; y la crítica de restitución ha podido
comprobar que también eran auténticos.
[3]
Véase su análisis en EL ARCHIVO Y LA CASA
DE MIRANDA; Ediciones del Instituto de Estudios Históricos Mirandinos, 1969,
págs. 18-24.
[5]
Es muy probable que Tomas Molini, como secretario, se encargara de dirigir la encuadernación
de los manuscritos del Precursor. También se ocupó desde la muerte de Miranda
en que sus posesiones en Inglaterra y Francia fueran entregadas a sus hijos y
viuda, legítimos herederos de ellas. Es así que en 1817 obtuvo permiso de las
autoridades británicas para extraer del archivo de Miranda un catálogo de
libros y lista de muebles regados entre París y Londres, por lo cual es forzoso
suponer que tuvo acceso a los tres baúles que contenían el archivo y que desde
1814 se encontraba custodiado por las autoridades de aquel país.
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