El General O´Leary trae por primera vez el Archivo del Libertador a Venezuela.

Bolívar en Curazao. Acuarela sobre papel. Autor Anónimo

Entre Nueva Granada, Jamaica y Curazao se desarrollan los principales sucesos que, descritos en entradas anteriores, devienen en la trasformación del primitivo archivo de Bolívar en el moderno Archivo del Libertador que hoy conocemos.Se hace necesario, pues, plantear el escenario que vivía Venezuela en los días previos a la muerte del Libertador, después de ello, en los primeros años de la nueva República y hasta el traslado de la “sección de O´Leary” a Caracas, con la finalidad de tener un panorama más amplio de las circunstancias que rodean la presencia, o la no presencia, de los papeles de Bolívar en este país.

  Hacia 1827 debe Bolívar regresar a la capital de Colombia (la grande) para enfrentar la anarquía que reinaba en el país, las conspiraciones palaciegas que atacaban su prestigio y dignidad y hasta la existencia misma de la República. La actitud permisiva, tolerante e incluso provocadora y protectora de tales conspiraciones por parte del vicepresidente Francisco de Paula Santander[1] en Bogotá, así como de otros más en Caracas y Quito, fueron el inicio de las disensiones que desembocaron en los movimientos separatista que en las tres secciones trabajaban por su cuenta para lograrlo. En Caracas el movimiento de La Cosiata se había iniciado desde 1826 con el General José Antonio Páez a la cabeza, que si bien fue sofocado hábilmente por el Libertador durante su visita al país en 1827, finalmente se concretó con el Congreso de Valencia de 1830, que no solo declaró la separación de Venezuela de Colombia, sino que prohibió la presencia de Bolívar en la nueva República y condicionó sus futuras relaciones con Nueva Granada a la expulsión de aquel y de sus simpatizantes de todo el territorio colombiano. ¡Si el Padre de la Patria se hallaba sin una que lo cobijara, que más podría caber a sus papeles!

  A su muerte, se desata la persecución de sus amigos antes descrita, la destrucción de su obra política y social y se inicia un proceso de desarraigar su memoria del pueblo que llega hasta impedir que sus restos mortales fueran depositados en el lugar designado en sus últimas voluntades. Será solo hasta 1842 cuando tal deseo pueda ser cumplido, dentro de un nuevo marco político que dividía y enfrentaba a los venezolanos entre Liberales y Conservadores; lucha que según algunos historiadores sirvió de piso para crear una nueva bandera ideológica que sirviera para acercar a las masas al Partido Liberal: el “culto a Bolívar”, cuya presunta autoría se le atribuye a Antonio Leocadio Guzmán (1801-1884).


La “sección de O´Leary” en Venezuela.

  Atrás hemos dejado al General Daniel Florencio O´Leary realizando gestiones entre sus amigos y antiguos compañeros de armas para reunir toda clase de papeles que se hayan producido durante los años de la guerra de independencia, que una vez unidos a los que él mismo ha acopiado durante muchos años, y sobre todo los que el futuro protagonista de sus historia dejó a su muerte, le permitirán obtener suficientes datos para narrar la verdad sobre  las ideas y acciones públicas del Grande Hombre de América.

  Luego del penoso destierro de más de un año en la hospitalaria Jamaica[2] puede el General O´Leary, junto con su esposa Soledad Soublette, el resto de la familia y la voluntaria carga de documentos que ha recibido de manos del albacea Juan de Francisco Martín, volver a Venezuela en 1833; el nuevo ambiente político ha colocado a su cuñado Carlos como ministro de Guerra y Marina del Gobierno del General Páez. Este nuevo ambiente ha permitido el regreso de muchos bolivarianos, algunos de ellos grandes amigos del fiel Edecán, entre los que se cuentan: Mariano Montilla, Luis Perú de Lacroix, Justo Briceño, Fernando Bolívar, entre otros que seguramente traen o vienen a encontrarse con sus propios papeles de la época de la emancipación. Preciso es suponer que encontrándose O´Leary entre tantos actores y testigos de aquellos hechos, no perdería la ocasión de solicitarles tales papeles, originales o en copias, así como descripciones, narraciones, opiniones y toda clase de testimonios que le interesan para componer su obra, actividad a la que tal vez dedicó los primeros seis meses desde su llegada a Venenzuela, ya que pronto será empleado por el Gobierno de su patria adoptiva. La fijación de residencia del Fiel Edecán en este país se prolonga por poco más de diez años, de los cuales utilizó seis continuos para viajes diplomáticos como miembro de la Legación venezolana que zarpó para Europa el 21 de enero de 1834. Su misión lo llevó por Gran Bretaña, Francia, España, Italia y Vaticano[3].

  Al regreso de este periplo trae O´Leary consigo un regalo para Venezuela, y para los estudiosos del bolivarianismo, de incalculable valor. Durante su recorrido por España en 1835 le ha tocado encontrarse con antiguos contendientes de guerra, a quienes los años y la distancian han suavizado la heridas, físicas y sentimentales, y cuya actitud ahora, al decir del propio irlandés es “verdaderamente con el cariño de antiguos amigos y compañeros; hablan bien del país y de la gente de Sur-América y elogian al Libertador sobremanera.[4] Entre aquellos “antiguos compañeros y amigos” se encuentra el de mayor graduación y experiencia militar que al servicio del Rey combatió en Venezuela: el Mariscal de Campo, conde de Cartagena y marqués de la Puerta don Pablo Morillo, a quien Soublette y O´Leary visitan en la ciudad gallega de La Coruña, y que al enterarse del proyecto literario del segundo, decide obsequiarle una buena cantidad de papeles generados por el bando realista, y otros más que habiendo sido tomados al bando patriota durante la contienda formaban parte ahora de su archivo personal. Solo la acucia de Vicente Lecuna hubiera podido indicar cuales entre tantos documentos pertenecían a la segunda parte del obsequio de Morillo.

  Al final de aquel peregrinaje por Europa (1839), vuelve O´Leary a su hogar, al rencuentro de sus dos entrañables tesoros, cuales son su familia y su obra de escribir y compilar para la gloria de Bolívar. Tal retorno durará hasta 1844, cuando en aras de la estabilidad económica y familiar decide aceptar otro destino diplomático. Pero con firmeza podemos decir que es, pues, en Venezuela donde la “sección de O´Leary” del archivo del Libertador alcanza el mayor incremento que pudo lograr su entonces custodio.

Las palabras que escribiera durante los últimos años de estadía en Venezuela y en presencia de aquel conjunto documental, dan un esbozo más de su apostolado por demostrar la inmensidad de la obra de Bolívar:  
De los documentos que he coleccionado, los más importantes son las cartas de Bolívar y las de los diferentes Jefes y personas notables que le escribían. En estas cartas están referidos los hechos principales de la guerra y de la política. He procurado reunir el mayor número de ellas; pero desgraciadamente, a pesar de mis esfuerzos, hay muchos claros en esta correspondencia, que es sensible no poder llenar. Algunas de estas cartas parecerántriviales; pero las he conservado, porque todas ellas, cual más, cual menos, son reflejo de la época gloriosa de la guerra de Independencia.
Caracas, julio de 1840.[5]




[1] Para mayor extensión de este tema, con una clara visión crítica y ampliamente argumentada véase el libro de Laureano Gómez El Mito de Santander, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2010, Caracas-Venezuela.
[2] Necesario es razonar sobre las penurias que acompañan siempre al destierro de un hombre, y como habrían estas de multiplicarse cuando el destierro es compartido por la familia, para entender porque el noble irlandés referiría las siguientes palabras: “El día 4 salimos de Jamaica maldita.” Rumazo González, Alfonzo: Daniel Florencio O´Leary Edecán del Libertador. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 2008. Pág. 240.
[3] La bibliografía más detalla sobre los motivos, actividades y resultados de estas misiones diplomáticas del irlandés es la obra de Monseñor Nicolás E. Navarro: Actividades Diplomáticas del General Daniel Florencio O´Leary en Europa. Caracas, 1939. 
[4] Rumazo González…, Óp. Cit. Pág. 257. 
[5] O´Leary, Daniel Florencio. Memorias del General Daniel Florencio O´Leary. Narración Tomo Primero. Prólogo de Mons. Nicolás E. Navarro. Imprenta Nacional, Caracas-1952, pág. 4.

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