Boletín del Ejército dando cuenta de la Batalla de Bomboná. 1822.

  Contándose entre las más sangrientas acciones bélicas de la Guerra de Independencia, la Batalla de Bomboná, ocurrida el 7 de abril de 1822, es también una de las más polémicas para su estudio, relato y discurso. Los historiadores e investigadores encuentran discrepancias entre los relatos de los actores y testigos, a lo que se suman las leyendas y cargas emocionales de gentilicio y nacionalidad. Parten las polémicas desde establecer el lugar donde se libró, pasando por quienes participaron y comandaron, y llegando hasta cual de los dos bandos la ganó. Vicente Lecuna, Nemesiano Rincón, Héctor Bencomo Barrios, Enrique Herrera Enríquez son solo algunos de los que han ocupado su mano para presentarnos sus investigaciones y racionamientos sobre este hecho.

 Nosotros nos apegaremos al objetivo de esta propuesta llamada "Papeles Históricos de Venezuela", el cual es acercar a los investigadores, aficionados, curiosos y sociedad en general, el patrimonio documental archivístico de la nación de modo que pueda potenciarse su papel social y cultural y su puesta en valor. En tal sentido mostramos ahora el manuscrito del Boletín del Ejército Libertador que da cuenta de la Batalla de Bomboná. Se tata del borrador que se conserva en el Archivo General de la Nación, en el fondo Archivo del Libertador, sección "Memorias del General O`Leary, tomo 31, folios 255 frente al 257 frente. Este documento, fechado al siguiente día de la acción, es fundamental para conocer el testimonio de una de las partes, cuando aun estaba caliente la sangre derramada entre aquello riscos. 

 Se acompaña, al final, con una transcripción en lenguaje modernizado, donde se han escrito completas las palabras que originalmente fueron escritas abreviadas, y se interpolan entre corchetes signos de puntuación, letras o palabras que ayudan a dar sentido moderno a la lectura. Igualmente se coloca entre corchetes la firma del general Bartolomé Salom, que no aparece en el manuscrito (por tratarse de un borrador) pero al que la tradición histórica atribuye la redacción de este documento. 



   




"En la mañana de ayer nuestra descubierta a las órdenes del teniente coronel París, Comandante del Batallón Bogotá, recibió la orden de hacer un reconocimiento bajo las órdenes inmediatas del Señor coronel Barreto, que se adelantó con un piquete de Guías hasta medio tiro de fusil del centro de las posiciones enemigas que cubrían las alturas de Cariaco; pudo en efecto este intrepidísimo coronel reconocer en cuanto fue posible, el flanco derecho del enemigo, que aunque estaba apoyado al gran volcán de Pasto, parecía ofrecer un acceso aunque extremadamente dificultoso. El centro del enemigo estaba encubierto por un espeso bosque, y por una barranca profundísima, la cual estaba coronada del todo de sus tropas. El flanco izquierdo parecía más accesible y de ningún modo lo era. El enemigo en número de dos mil hombres, compuesto de los batallones de Aragón, Cataluña y Pasto, ocupaba la posición más formidable que se puede concebir. Todo su frente se hallaba encubierto por una cañada que no tenía más que un paso, por un puente dominado, casi perpendicularmente por todos los fuegos cruzados de su frente, y aun de sus flancos. Las riberas de esta escarpada cañada tenían abatidos de árboles inmensos. Los costados se apoyaban el uno sobre el torrente impetuoso del Guaitara, que jamás permite vado y el otro al pie de un volcán que es, por decirlo así el antemural de Pasto por la parte del Sudoeste.

Su Excelencia el Libertador viendo sus bravas tropas, animadas del heroico entusiasmo que las distingue, juzgó difícil pero no imposible batir a los defensores de Pasto, y en consecuencia, ordenó el ataque en el orden siguiente: Al señor general Valdés se le encargó la dirección del ataque del flanco izquierdo del enemigo, con el Batallón de Rifles de la Guardia a las órdenes del señor coronel Sandes y guiado por el señor coronel Barreto que había recorrido el terreno. El señor general Torres se encargó de atacar la derecha y centro de las posiciones enemigas con los Batallones Bogotá y Vargas, y el primero y segundo Escuadrón de Guías. El Batallón Vencedor de Boyacá con los Cazadores montados y húsares de la Guardia quedaron de reserva bajo el fuego de la artillería enemiga.

El señor general Torres no pudo penetrar de modo alguno por nuestra derecha, y se vio obligado para efectuar su ataque a caer sobre el terrible centro que cubría el enemigo con toda la artillería y fusileros. El ardor de este General lo llevo hasta los abatidos sobre los cuales no pudo penetrar, allí nuestros esfuerzos fueron impotentes, y los fuegos del enemigo mortíferos. La metralla hacía estragos horrorosos en aquella impavidísima Columna. Los fusileros enemigos dirigían sus fuegos con el acierto mas funesto para nosotros. En media hora el General, todos los Jefes y oficiales, excepto seis, y una centena de hombres fueron muertos o heridos sin dar un paso atrás, y por el contrario rehusando valerosamente cuantas tentativas hizo el enemigo por completar su destrucción. El señor coronel Lucas Carvajal sucedió al señor general Torres y fue igualmente herido. El teniente coronel graduado Luque tomó el mando del Batallón Bogotá, por la herida del Comandante París, y también fue herido, haciendo esfuerzos gloriosos. El comandante de Vargas, teniente coronel García, que desde el principio de la acción tuvo una herida y tres contusiones, estuvo constantemente en el campo de batalla mandando las reliquias de su valiente batallón y aun se le veía sentado con un fusil en la mano batiéndose como un soldado.

Mientras tanto el señor general Valdés, pie a tierra, con la audacia y el talento militar que siempre lo han distinguido, trepaba por las faldas del volcán con el Batallón de Rifles por donde era realmente imposible. Las tropas para subir tenían que clavar las bayonetas para poderse apoyar, y dar un paso adelante. Esta falda estaba defendida por tres compañías selectas del batallón de Aragón; pero nuestros Rifles que fueron en este día superiores a sí mismos sin disparar un tiro, llegando a la bayoneta, dispersaron, mataron, e hirieron estas tres compañías que a culatazos pudieron defenderse. La primera y segunda de Rifles, a las órdenes de sus bravos Capitanes, Tenientes Coroneles graduados Ramírez y Wright, lograron al fin coronar la cima de la posición enemiga, mientras el resto del Batallón por la dificultad del terreno con más lentitud seguía el mismo movimiento. En fin, después de tres horas de combate, el enemigo se encontró flanqueado y aun cortado y la acción decidida por nuestras tropas desgraciadamente era de noche, y no se podían conocer los enemigos o amigos: así, la oscuridad salvó de una destrucción total las tropas enemigas.

Al ver Su Excelencia, aunque muy confusamente, que el enemigo estaba cortado mandó media hora antes de la noche al bravo Batallón Vencedor a las órdenes de su Benemérito Comandante teniente coronel Pulido que tomase a la bayoneta las trincheras y los parapetos del enemigo que defendía con su artillería y fusileros para impedir que todas las fuerzas contrarias no cargasen, sobre el Batallón Rifles, como se logró en efecto esta diversión, pero a costa de ochenta hombres que perdimos en menos de veinte minutos. Habiendo quedado gravemente herido el bravo capitán graduado [de] teniente coronel Manuel Montilla. El Batallón de Rifles, más dichoso que los otros, apenas tuvo cincuenta y cinco muertos y heridos, entre los primeros debemos hacer una particular mención del capitán Fatherstonght, que sable en mano se abría paso entre los enemigos y recibió la muerte de un bayonetazo.

La pérdida del enemigo, según su propia confesión, pasa de doscientos cincuenta hombres entre muertos y heridos, prisioneros y dispersos no debiendo extrañarse esta desproporción, porque combatiendo perfectamente a cubierto nos era casi imposible hacerle estragos por nuestra parte.

Nosotros quedamos dueños del campo de batalla, de sus piezas de artillería, de todos sus despojos, de algunos prisioneros y de la mayor parte de sus heridos, pero sin la noche todo este cuerpo debió haber quedado en nuestro poder; pues el mismo Comandante García no pudo retirarse, sino a la cabeza de sesenta hombres en medio de las tinieblas y chocando cada instante con nuestras avanzadas que no podían moverse porque estaban rodeadas de precipicios que no conocían, por haber ocupado aquel terreno durante la oscuridad.

A los talentos y virtudes militares del señor general Valdés, debe la República esta victoria como también al invencible del Batallón de Rifles, y a los señores coroneles Barreto y Sandes, y tenientes coroneles graduados Ramírez y Wright. El señor general Torres que fue gravemente herido a la cabeza de su columna merece mi elogio más particular por su rara intrepidez, y no merecen menos este mismo elogio los Batallones Bogotá y Vargas de los cuales se puede decir que fue fácil destruirlos pero imposible vencerlos; sus comandantes París y García son dignos de una particular recomendación: igualmente el Jefe de Estado Mayor, teniente coronel Murgueitío, los mayores Galindo y Valencia y el capitán graduado de teniente coronel Vicente Micolta, y el capitán Joaquín Barrera todos heridos aunque levemente.

Su Excelencia el Libertador ha confesado altamente que el dolor de ver tan bravos soldados tendidos en el campo no ha podido aliviarlo, sino la satisfacción de haber visto su Guardia no sólo sostener su brillante reputación, sino superarla con mucho, combatiendo con más valor que nunca. En el campo de batalla mismo ha dado los siguientes ascensos: al señor general de brigada Manuel Valdés, a general de división; al señor general de brigada Torres, a general de división; al señor coronel Barreto, a general de brigada; al señor comandante Sandes, a coronel vivo y efectivo; a los comandantes de Bogotá y Vargas, al grado de coroneles; y el mismo grado al teniente coronel Pedro Murgueitío, al abanderado de Rifles y al sargento 1º del mismo cuerpo, Feliciano Martínez; a Sub-Teniente del mismo Batallón. Estos últimos tuvieron una conducta muy distinguida, y aún más el capitán de la 1º, teniente coronel Carlos Ramírez.

Los Escuadrones de Guías las órdenes del teniente coronel Calderón, sufrieron torrentes de fuegos, con una alegría imperturbable, y los comandantes de Húsares Laurencio Silva, y de Cazadores Montados Juan José Flores, no pudiendo participar por la imposibilidad del terreno con sus escuadrones, de la gloria del peligro, ardían por volar con sus caballos por sobre las rocas escarpadas de Cariaco.

Su Excelencia en fin se considera deudor a la Guardia de una victoria gloriosa que ofrece a los anales militares de Colombia.

El General Jefe

[BARTOLOME SALOM].






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1 comentarios :

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