Documentos: Los Héroes de la Independencia creían tener un derecho especial. Carta de José Tadeo Monagas a Santiago Mariño (1846).


  El ensayo republicano iniciado a partir de 1830, producto de la disolución de la Gran Colombia y para la organización del nuevo Estado venezolano, debía estructurarse sobre el soporte de leyes y reglas que se respetarían como garantía del nuevo pacto social establecido. Pero la realidad era que dicho pacto solo estaba garantizado por el interés o la voluntad de los militares dueños de las armas y del prestigio que la heroicidad de la Guerra de Independencia les proporcionó como especie de aureola o manto que los convertía (y se creían) en semidioses. Estos reclamaban el derecho a regir el país como si se tratara de un premio por haber ganado con sus armas y sangre, y a costa de enormes privaciones y sacrificios, la independencia de su patria y hasta la de otras naciones cuando les tocó salir más allá de nuestras fronteras.
  Casi inmediatamente al restablecimiento de la autonomía del Estado venezolano, el país cayó de nuevo en la anarquía que se vivió durante la guerra independentista. Aparecieron en todas partes bandas armadas que se dedicaban a sus acostumbrados métodos de saquear a los campesinos en nombre de cualquier consigna: la unión grancolombiana, la libertad, la religión, la vuelta a la comunión con España o cualquier otro grito de guerra; y al frente de esas banderas iba casi siempre un prócer. Esas luchas intestinas hicieron aflorar rivalidades escondidas, odios viscerales y falsas subordinaciones que fueron mermando el prestigio de los héroes de la independencia e hicieron surgir nuevos liderazgos, nacionales y locales, dispuestos a ocupar los espacios de las tomas de decisiones. Eran estos últimos esencialmente civiles que representaban las visiones de los grandes propietarios de tierras y comercios movidos más por intereses económicos personales o de clases que por principios ideológicos, doctrinarios o filosóficos; pero con algunas propuestas de reconstrucción para un país desbastado por más de tres lustros de conflicto bélico.
 Así pues, se fueran estableciendo no solo las alianzas y acercamientos con quienes representaban la posibilidad de consecución de objetivos comunes de estos dos grupos de poder, sino también las diferencias y fricciones con los que representaban una amenaza para los mismos. Sin embargo, la carga egocéntrica que estos intereses representan para una persona no permitieron que hubiera una clara y definida línea divisoria entre miembros de ambos grupos, y un individuo podía pertenecer a uno o a otro (o a ambos) en cualquier momento.
  Es en medio dicho panorama que surgen las más claras amenazas a la continuidad de José Antonio Páez como caudillo indiscutible y rector de la vida política venezolana, posición consolidada desde 1826 cuando entorno a él se agrupan los más encarnizados opositores a la permanencia de Venezuela en el proyecto de unión colombiana de Bolívar.  Luego de las tres presidencias de Páez (1830-1831/ 1831-1835/ 1839-1843), el ensayo civilista con el Dr. Vargas (1835-1836) y las dos presidencias de Soublette (1836-1839/ 1843-1847); en la campaña para el siguiente periodo presidencial (1847-1851) el grupo militar-conservador necesitaba asegurarse la continuidad en el poder político, y tenía como ficha para la primera magistratura nacional al general y prócer Rafael Urdaneta, hombre acompañado de un prestigio moral y militar que muy pocos héroes de la gesta independentista alcanzaron; con el apoyo de Páez sería de seguro el nuevo Presidente de la República. Pero la opción conservadora se vio tambaleantes ante la repentina muerte de Urdaneta (24 de agosto de 1845) y la avasallante aceptación popular que venía acaparando un contrincante con grandes posibilidades de triunfo: Antonio Leocadio Guzmán, periodista y tribuno liberal, redactor del periódico “El Venezolano” desde donde fustigó sin dar ni pedir cuartel a la oligarquía conservadora aglutinada en torno a Páez.    
  Es así como surge la figura de José Tadeo Monagas como campeón de un pequeño sector de
José Tadeo Monagas (1784-1868)
los conservadores no inmediato a Páez, pero conservadores al fin, para cerrar el paso a los liberales. Aunque Monagas tenía un pasado insurreccional y dos derrotas militares frente a los conservadores paecistas (en 1831 y luego 1835), bien pronto y sin más opciones fue aceptado por José Antonio Páez y su grupo como abanderado de todo el partido conservador, ya que los otros próceres-candidatos (el general Bartolomé Salom y el coronel José Félix Blanco) se presentaban como liberales, aunque sin la popularidad de Guzmán.
  El documento que ahora presentamos es una carta de José Tadeo Monagas fechada el 1° de mayo de 1846 como respuesta a una carta del general Santiago Mariño de marzo del mismo año, y muestra como en fecha tan temprana de la campaña presidencial ya se tejían las estrategias electorales de los conservadores en torno a mantener sus posiciones de poder, siempre con un prócer militar al frente como dueño de “aquel lustre que por más que no quieran da siempre el ser capitán o Libertador de su Patria” y al mismo tiempo como garantía de la consecución de sus intereses de grupo.

TRANSCRIPCIÓN: Para la transcripción del presente documento (localizado en la colección del Archivo de la Academia Nacional de la Historia, armario 4, carpeta 1) se han escrito completas las palabras que originalmente aparecen abreviadas, y se han interpolado entre corchetes signos de puntuación, letras o palabras que dan sentido moderno a la lectura; así mismo palabras confusas o difíciles de descifrar por rupturas en el papel van entre signos de interrogación dentro de los corchetes.

Folio 1 frente
Folio 1 vuelto
Folio 2 frente
Folio 2 vuelto


[folio 1 frente] “Señor General Santiago Mariño
Maracay.
Barcelona mayo 1° de 1846.
Mi querido General y antiguo amigo.
  Mucho gusto he sentido al ver carta de usted dirigida en marzo desde Maracay y tanto más satisfactorio me ha sido, porque sin embargo del largo tiempo transcurrido, esto me hace conocer que usted se acuerda alguna vez de mí.
  Su pensamiento y su resolución son muy nobles y oportunos; y la unión y buena armonía que usted desea entre los que sufrieron y trabajaron por erigirse una Patria libre y segura era el interés constante del Libertador, que sucumbió con el dolor de ver divididos a sus capitanes, y divididos a causa de la ambición de los demagogos; yo por eso vivo allá en los montes del Tigre contemplando que habíamos sido más felices en el horror de la guerra de Independencia que después de haber sucedido la paz, y con la que debieron dulcificarse tantos sufrimientos y privaciones. Ocurrencias transitorias no me harán variar jamás de la firme convicción que tengo desde muchos años atrás, que es de forzada necesidad la unión y acuerdo entre los que trabajaron por darse Patria para alejar de en medio de nosotros el horror y el espanto, y para que la obra de tantos sacrificios no desaparezca en un solo día.
  Por fortuna hoy no está la Republica en el lamentable estado en que temí verla para esta época; y sea [folio 1 vuelto] esto debido o bien a la Providencia que ha querido preservarnos en premio de las buenas intenciones con que emprendimos la Emancipación, o bien por el carácter bondadoso[1] de los venezolanos, lo cierto es, que la exaltación de partidos no puede producir sino tristes resultados y consecuencias de incalculable trascendencia.
  El pensamiento patriótico de usted y su [¿determinación?] tomada respecto a su compadre es, además de justa, conveniente y oportuna; y ojalá que esto mismo se efectuase con sinceridad entre todos lo que tuvieron la gloria de poner las primeras piedras del edificio social de que disfrutan hoy los que ningún género de sacrificios hicieron por erigirle. Con esto queda demostrado que ambos simpatizamos en nuestros pensamientos y en el de su compadre a que se refiere en su carta.
  La manzana de la discordia hoy es la Presidencia de la Republica para cuya elección no debieran suscitarse las cuestiones asomada: porque hay hombres muy prominentes llamados en justicia a ejercerla por su[s] precedentes y por su capacidad, sin tener que ocurrir a hombres, que aunque se digan de mucho talento, carecen de aquel lustre que por más que no quieran da siempre el ser capitán o Libertador de su Patria. [¿]Quién podrá disputar a usted, en las presentes circunstancias, la preferencia que debe tener en tal elección como el decano de los libertadores, como un otro Don Simón? [¿]Quién después que usted puede parangonarse con los Generales Montilla, Salom, etc.? Parece que los hombres ha porfía se proponen tomar los caminos opuestos al bien del país, y mucho sentiría que los manejos de los ambiciosos triun [folio 2 frente]faran y se pospusiese el mérito de estos ilustres próceres de la Independencia a quienes debía preferirse aunque no fuese más que por un tributo de gratitud nacional y no parecer ingratos a los ojos imparciales que les observan.
  Cómo es que en Aragua, en casi todos los pueblos de esta provincia, en Cumaná, y aun [en] esa capital se han acordado de mi para la Presidencia del Estado, como verá [¿usted?] por los adjuntos impresos[2]. No sé a qué atribuir esto, porque es notorio que hace muchos años vivo olvidado en el retiro de mis campos, cuidando de mi poca fortuna, que por su naturaleza exige la presencia del amo, y mi traslación a Caracas me causaría males irreparables: esa circunstancia sola basta para persuadir que yo no deseo lo que puede perjudicarme. De esto deben estar convencidos todos, y no obstante que los que piensan en mi para presidente me hacen sin querer un mal, sin embargo, siempre su recuerdo me es honorifico y consolatorio como usted dice, pues que algunos se acuerdan del que jamás ha molestado solicitando destinos públicos. Si tales propósitos llegaran a realizarse, lo que no creo y con razón, tendría en este caso la docilidad de prestarme al sacrificio; pero sería contando con las luces y cooperación de usted y de todas aquellas personas de quienes no debo dudar tienen tanto amor como yo por el bien de esta Patria, para que unidos impidamos en todo lo posible el mal que se asoma, y para que nuestras fatigas y desvelos no sean infructuosos después de haber salido a salvamento.
[folio 2 vuelto] Su sobrina Anastasia casada con el señor Juan Crisóstomo Bermúdez existe viviendo en el Cantón Aragua parroquia de Caicara, provincia de Cumaná y se mantiene bien, cuyo informe doy a usted para su satisfacción.
  A esto no tengo más que añadir si no que mi familia atribuye a usted su honroso [¿respeto?] y concluyo asegurando que en nada a [¿disminuido?] la estimación y respeto que siempre [¿prodiga?] a usted su afectísimo atento servidor y amigo
[firmado] José Tadeo Monagas



[1] Por error se escribió bondaso.
[2] El sentido de la lectura y el uso de la ortografía de la época inducen a pensar que en este punto debía ir un signo de interrogación que se obvió, probablemente, por error de amanuense o lapsus mental.

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